Por Ricardo Bustos
Los científicos y sus teorías acompañadas de suculentos presupuestos a nivel mundial, se rompen la cabeza para estudiar el comportamiento del planeta, pero olvidan algo no menos importante que es observar cómo actuamos sus habitantes.
No sabemos los ciudadanos comunes mucho de materia gris o inteligencia más que lo que podemos comprender en el día a día con las actitudes de nuestros “pares” vecinos, los mismos con quienes compartimos desde el clásico mate por las mañanas o el tránsito por las calles para llegar a nuestro rutinario trabajo.
Aun así, debemos saber que existe otro modo de comportamiento que acompaña a nuestras vidas y es aquel que se parece y mucho al “sentido común”, frase conocida si las hay “el más común de los sentidos”, algo que los argentinos parece hemos extraviado en algún lugar del camino y nos cuesta mucho encontrar.
Cuando se puso en duda la rebelión de un pueblo en el año 2001, por defender solamente la verdad y se impuso desde el Gobierno un criterio poco sustentable para rechazar esa actitud, los dirigentes políticos de aquel momento (casualmente muchos de ellos son los de hoy) corrieron el peligro de acelerar el proceso de autodestrucción de esas mismas figuras políticas, las que debían velar por el bienestar de su pueblo y los convirtieron en enemigos ocultos de esa misma sociedad que en su momento les dio asilo con sus preferencias electorales.
El empleador o trabajador, cada uno en su dimensión, tuvieron las mismas necesidades a la hora de buscar una posibilidad que le permitiera crecer, pero casualmente a pesar de las distancias económicas que los separaban, el gobierno populista fué logrando unificar sus dolencias, destruyendo las ilusiones y esfuerzo, obligándolos a conducirse por un camino de cornisa con un precipicio difícil de dimensionar a la hora de la retirada.
No podemos ni debemos olvidar que toda persona con necesidades de realizar una operación en dólares para comprar alguna maquinaria que le permita crecer con su empresa o adquirir medicamentos costosos para un tratamiento de salud comprometido, debía realizar un peregrinaje por diferentes sitios de internet u oficinas de Afip, Bancos y en muchos casos, la Corte Suprema de Justicia, para lograr su cometido.
Era lo que había, pero al menos un intento por solucionar los problemas. Se nos llegó a acusar de haber iniciado una batalla cultural al querer comprar dólares, disfrazando de esta manera la realidad que nos estaba golpeando con la tan temida “inflación” como si fuera un capricho nuestro.
A los argentinos, en su gran mayoría, poco les importaba si la señora Presidente, tenía o no millones de dólares ahorrados o si los había pesificado, porque en última instancia era su dinero y listo. (eso era lo que creíamos hasta que supimos la cruel verdad)
La Secretaría de Comunicación de la Casa de Gobierno –la misma que se encargaba de promocionar las bondades del modelo– tenía en tiempos del cristinismo un presupuesto que superaba tres veces al del Ministerio de Turismo, uno de los motores de la economía en cualquier país organizado. A eso debemos sumarle la incapacidad y solvencia profesional de quienes formaban parte de ese mamarracho propagandístico.
Así fueron «adornando» con suculentas partidas de publicidad «mentirosa» a una infinidad de medios en todo el país, los mismos que por estos días vemos como van perdiendo fuerza en la audiencia al no poder sostener las mentiras de un modelo.
Gracias a la tecnología y por cierto a Internet, nos vamos enterando del comportamiento ciudadano al instante, pues el vapor que sube por las redes se expande en ramilletes de críticas que nadie puede detener; algo que contrasta con las intenciones de voto o preferencia del argentino por este o aquel político. Hoy de nada sirven las campañas políticas tradicionales «a los gritos». El votante de esta nueva Argentina, quiere que le susurren al oído porque se cansó de tantos «ladridos» desde las interminables cadenas nacionales.
Nos dejaron el país sembrado de «miguelitos» delincuentes y no tenemos tantas gomerías para reparar los neumáticos. “Mal de muchos, consuelo de tontos” decía la abuela, pero aún así somos parte de la historia. América del Sur, se ha convertido en el lugar del mundo con más violencia, superando a cualquier imaginable país o continente que antaño mirábamos desde lejos, y esa clase política que nos llevó al caos social, económico y cultural, tiene mucho que ver.
Para aquellos que peinamos canas, la reflexión posible podría ser que las grandes potencias, jamás van a permitir el crecimiento económico de esta parte del mundo, porque así como se reconoce en todos los foros que somos “el granero del mundo”, seguramente harán lo posible para que nadie lo consuma o industrialice.
Mientras tanto en la Argentina, seguirán las peleas por el poder que afectan directamente a los ciudadanos, la preocupación por las muertes no será prioridad para los gobiernos y aunque nos dejen opinar, será cada día más difícil ser dueños de nuestras vidas.
Ojalá se abra una ventana por donde ingrese la luz de la esperanza y las autoridades que hoy están tratando de acomodar los melones en el carro (como dice el periodista Mario Mactas) tengan el coraje y honestidad para comenzar de una vez por todas con el cambio que necesitamos los argentinos.
«En todas las actividades es saludable, de vez en cuando, poner un signo de interrogación sobre aquellas cosas que por mucho tiempo se han dado como seguras». Bertrand Russell (1872-1970) Filósofo, matemático y escritor británico.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556